Parco dei Principi Resort & SPA

La primera impresión fue desastrosa. No se correspondía para nada con lo que íbamos buscando. Todo parecía ruinoso y bastante desierto. Había pedido un hotel a pie de playa y me encontré con uno que daba directamente al mar Jónico con rocas por todas partes y una especie de embarcadero con unas escaleras tipo piscina para acceder al agua. Mal asunto para quien no sabe nadar como me pasa a mí. La cena bastante pobre. Mucha gente en el comedor y mucho ruido. En cuanto a la habitación no tengo queja, bastante amplia con una terraza desde donde podías contemplar el mar y el pueblo (Torre de San Giovannni) a pocos metros del hotel dando un paseo. En el pueblo podías encontrar lo básico porque era muy pequeño. Después de esta primera impresión y no demasiada información las cosas variaron un poco y al final acabamos cómodos en él. Hay que tener en cuenta que está situado en la zona de Salento, muy al sur del tacón de Italia y que el turismo es prácticamente nacional, sobre todo de Roma, y que los únicos extranjeros éramos nosotros dos. Por lo general los clientes llevaban yendo al hotel desde 5 a más de 20 años y se conocían casi todos. A partir del momento en que presentamos una queja por la poca información todo cambió radicalmente. Todos los días nos pasaban una nota con los eventos programados ( eso sí, en italiano porque de español o inglés nada) y todo el personal fue de lo más amable. El hotel estaba bastante bien, de lo mejorcito de la zona y la playa de arena y aguas cristalinas la encontrábamos a unos tres Km., equipada de hamacas y sombrillas gratis para los huéspedes del hotel. También había un monovolumen que te llevaba y traía varias veces al día gratuitamente. Nosotros teníamos un coche alquilado para los 15 días y no utilizamos ese servicio. Casi todos los días había música en vivo por la noche y diversas actividades durante el día. Una vez a la semana preparaban la SERATA SALENTINA que consistía en bailes típicos, cena especial bastante buena, típica de la zona, en mesas alargadas donde comíamos de 10 a 12 personas de forma que así te integrabas en el grupo (Una buena idea). A continuación baile con música en vivo y alguna que otra participación de los invitados. Una cosa fantástica era el agua del mar. Estaba tan templada que era una delicia. Tengo que añadir que a partir de un malentendido por la falta de información que comenté primero, el dueño del hotel ordenó que nos pusiesen todos los días en las comidas y cenas una botella de vino de su propia cosecha gratis. Un detalle a agradecer. En resumen, aunque empezó regular al final acabamos muy contentos con el hotel y el trato recibido y de un lugar de viñedos y olivos lejos del turismo masivo. Yo no disfruté del baño directo del hotel al mar, pero a mi mujer le encantó.