An der Wien

El hotel no se encuentra precisamente en el centro de la ciudad, en minutos podríamos decir que a unos veinte de Ópera en metro y a diez del castillo de Schönbrunn, pero ello no le resta protagonismo. Por fuera no parece nada del otro mundo, pero en su interior, te transporta a los hoteles de la época de mayor esplendor vienés. Tuvimos la habitación número 55. Ideal. Sin lujos aunque sin falta de detalles. Pero ante todo, limpia como los chorros de oro (y en eso, nos fijamos mucho). El desayuno funciona de siete a diez de la mañana, perfecto para el que quiere madrugar para recorrer la ciudad. Una amabilísima camarera nos preguntó que deseábamos beber (café espresso y un café con leche), a los pocos minutos apareció con una bandeja con todo los necesario, perfecta presentación, y dos copas de zumo de naranja. Lo que es el desayuno es sencillo, pero a nosotros, nos encantó porque había de todo aquello que nos gusta desayunar (huevos, embutidos, panes de todo tipo, frutas y dulces). El parking está descubierto pero dentro de las instalaciones del hotel. Pudimos controlar a la perfección el coche desde la habitación. ¿Cuál es el punto fuerte de este hotel? El silencio y la paz, aunque está cerca de una vías de tren no se perciben. En un día recorrimos más de veinte kilómetros y a la llegada al hotel, lo único que nos apetecía, era descansar sin problemas. ¡Y así fue!. Aunque el hotel no esté en el mismo centro, es una gran opción , ya que la relación precio-calidad es muy buena. Nosotros quedamos totalmente encantados. (Si a duras penas habláis alemán, el servicio habla un inglés perfecto e italiano)